Cada domingo tu bandeja de entrada se llevará una alegría

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Quemo el teléfono si me llega otra notificación

Soy un antisocial.

➡️ Antes de detallarte esta afirmación, necesito tu ayuda rápida.

Llevo tiempo sin preguntarte nada y creo que es el momento de escucharte a ti y al resto de suscriptores.

He preparado una miniencuesta de tres preguntas y media rápidas que me ayudará mucho para enfocar el futuro de este newsletter.

Para ser cada domingo más deseado en tu bandeja de entrada.

✏️ Accede a la miniencuesta de tres preguntas y media.

Te decía que soy un antisocial.

No son fan de whatsapp, telegram, hangout, skype...

Es una aversión alimentada a lo largo de los años.

Como si me hubiera tragado el odio a bocados pequeños, casi sin enterarme.

Bueno, sí, me he enterado.

En cada notificación en el móvil.

En cada correo de aviso en la bandeja de entrada.

En cada mensaje de "¡Oye! ¿Has visto lo que he puesto en el chat?"

Gente guay

He probado todos los "cacharritos" posibles para comunicarse por internet.

Desde los vetustos IRC (donde conocí a Joaquín Martí), ICQ o Messenger hasta el FaceTime o Telegram.

Cuando era joven me encantaba pasarme las horas muertas en el IRC o en el Messenger.

En el primero encontrabas gente guay, con tus mismos gustos. En el de Microsoft estabas con los colegas.

Vivías en un mundo sin muchas preocupaciones y una alerta de mensaje era una alegría.

Los SMS sonaban a música celestial. ¡Alguien se acordaba de ti!

Alergia a la mensajería

Estabas metiéndote en un pozo tóxico y maloliente. Allí la procrastinación tiene en cada rincón una puerta a su palacio de VillaPereza.

Con sus sofás donde cada vez te hundes más, salas exóticas llenas de humo para que nunca sepas si está claro u oscuro.

Y así he llegado hasta ahora, aborreciendo los sistemas de mensajería.

Al final de este newsletter te encontrarás con una sección de enlaces (El penúltimo renglón).

Abajo del todo hay un botón para compartir en twitter este envío y seguir allí el debate. También te vale este enlace para difundirlo.

La brillante idea

Corría un tiempo algo lejano donde tenía más de 10 clientes de forma simultánea.

Un par de ellos en proyectos grandes, el resto de largo recorrido de "ponme esto aquí, quita esto de allá".

Mi aversión al contacto telefónico tocaba techo y quería dejar a un lado mi impulso por comprar un bate de béisbol.

Había conocido slack por un amigo y tuve una idea. Brillante, genial, magnífica y única. Todo a la vez. Sin pensarlo.

Parecía imposible enviar a los clientes hacia el correo electrónico, así que abrí un "slack de empresa" y creé un canal para cada cliente.

Lo dejé todo preparado y contacté a los dos clientes de más confianza para decirles que "allí me tenían cuando quisieran".

¿En qué demonios estaba pensando?

La suerte estuvo de mi parte y no entraron en el juego. Dijeron que era mucho mejor usar WhatsApp.

El inmenso poder

Casi a continuación descubrí el inmenso poder que te dan las opciones de todos estos sistemas de comunicación:

"No deseo recibir notificaciones"

(De ningún tipo. Por ningún medio. Nada de nada.)

Claro.

Conciso.

Y un tremendo error.

Los clientes de confianza pensaron que "allí me tenían para lo que hiciera falta".

Sus mensajes chocaban con mi política inflexible de "antialertas".

Pronto se dieron cuenta que mejor si me llamaban por teléfono.

Volvíamos a la casilla de salida.

Pero más cabreado que una mona.

Ansiedad de perderte

Cambié de tercio. Cedí. Notificaciones abiertas.

Curiosamente dejaron de usar conmigo la mensajería, porque ya tenían asimilado que no funcionaba para sus intereses.

Pero dio igual.

Se generó entonces otro problema, esta vez doble.

El miedo a perderte algo, acompañado de la ansiedad ante la inmensidad de mensajes que requieren tu atención.

Efectivamente en los chats se pierde información.

Aunque sean de trabajo y sean muy efectivos, la atención desaparece a golpe de scroll.

Vale, "está todo ahí, puedes verlo cuando quieras".

Sí, claro.

¿Cuándo?

Este mismo verano en el grupo privado de Telegram de la Zona Premium me ha pasado esto.

Desconecté las notificaciones 1 semana en agosto.

Volví a mirar: más de 700 mensajes pendientes de leer.

¡700!

Un debate sobre autenticación JWT, malandriners contando sus proyectos paralelos, tipado de variables, recursos de PHP, de JavaScript… Bueno, bueno.

Me costó un tiempo ponerme al día.

Y, aún así, sé que me perdí cosas.

La pera está madura

Llega un día en el que sabes que NUNCA darás con la solución.

Que las personas nos comunicamos con lo que tenemos y con lo que queremos.

Así que he vuelto a recomponerme en la bandeja del correo electrónico, intentando practicar el Inbox 0 con bastante éxito.

Ahora las notificaciones activadas selectivamente no impactan contra mi productividad.

(Será que me estoy haciendo mayor.)

Ha habido un punto en el que si me he sentido muy cómodo: la inclusión de sistemas de gestión de tareas en mi workflow de trabajo.

Tanto con clientes como en mis proyectos.

El otro día lo preguntó un suscriptor y la comunidad le dio varias alternativas: Jira, ClubHouse, Holded, Trello, Redmine, Spaces de Jetbrains...

Un método con fuente de verdad

Me quedo con Jira y Trello.

Jira para el ámbito de trabajo en equipo con toda la capacidad de integración con Bitbucket y otras herramientas de Atlassian.

Trello por su simplicidad.

Supongo que fruto de esa maduración he aprendido a usarlas de forma más pragmática.

Sin tomármelo muy a pecho.

También ha ayudado verlas como la fuente de verdad.

El lugar al que puedes acudir para volver a encontrar la pista de lo que está hecho, de lo que falta y de lo que vendrá más adelante.

Seguirá siendo terrorífico poner fechas, hacer estimaciones de tiempos… Pero al menos sabrás que, si cuidas lo que allí tienes, no te perderás.

Combinadas con otras herramientas de comunicación como el chat o los audios pueden ser la solución.

Debates en audio en Telegram o Whatsapp. Mensajes de correo electrónico. Y luego volcar esas conversaciones en tareas muy concretas en paneles de trabajo compartido.

Los chats y las conversaciones tienen una vida muy limitada.

Las tareas tienen estados y vida propia.

Así me siento mejor.

El penúltimo renglón

En twitter @lupitacode nos recomendaba 8 sitios donde encontrar retos de frontend.

Nos gustan los retos, es una palabra ligada a la superación y al éxito.

Tengo pendiente de leer el artículo donde Stefan Vetter cuenta como llegó a tener 1000 dólares de ingreso mensual con una startup en 90 días. No parece una locura, si un desafío.

Los emojis valen para todo, incluso para no romperte la cabeza creando un favicon.

Octubre es un gran mes de otoño, entre otras cosas porque comienza el Hacktoberfest, donde puedes participar en proyectos open source.

El dark mode es tan poderoso que hasta han inventado un framework de CSS solo para el modo oscuro.

Miniencuesta

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¡Nos leemos el próximo domingo!

PD: Estoy terminando de ver Los Soprano. Es fabulosa.

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